Inicialmente pensábamos partir el viernes después de comer y regresar el domingo a comer a casa, por lo que era una salida corta.

Desde que leí algo de la villa romana de La Olmeda había tenido ganas de conocerla, así que traté de encontrar algo de información de ésta y de los alrededores. Me hablaron también de una villa cercana a la Olmeda, en Quintanilla de Cueza, que sumé a la ruta además de dedicar una tarde a hacer alguna pequeña y facil senda, a ser posible por un hayedo, y elegimos el de Besande, un poco antes de llegar a esta localidad. Pero el mal tiempo nos obligaría a cambiar nuestros planes iniciales.

Ya el viernes por la tarde, en los alrededores de Aranda de Duero, nos sorprendió un aguacero que oscureció más aún la tarde sumándose fuertes rachas de viento, que nos obligaron a adelantar algo nuestra parada y hacer noche antes de lo que teníamos previsto.

La mañana, aunque gris, no era lluviosa y después de desayunar y de que Tula estirara sus patitas, salimos en dirección a las villas romanas, la primera la villa romana de la Tejada en Quintanilla de Cueza.

Disponíamos solo hasta las 13,30 para poder ver las dos, así que, sin prisa, pero sin pausa, dejamos atrás Burgos acompañados ya por una lluvia que prácticamente no cesó en todo el día, y las 11 llegamos a Quintanilla de Cueza. Una señal en la carretera nos indica la dirección hasta la villa romana de La Tejada, que se puede ver desde ésta, en una gran nave cubierta y rodeada de altas arizónicas. La estrecha carretera “muere” en la villa, que carece de señal a su entrada. Tan solo un turismo, el del guía, estaba en el aparcamiento. En el interior de esta nave compramos las entradas combinadas para las dos villas romanas y el museo de Saldaña.


De esta villa, al parecer del siglo II, destaca por un lado la belleza de los mosaicos que la decoran (que datan del siglo IV) en la que aparecen composiciones de tipo geométrico como swásticas, nudos de salomón, dameros, etc., y de otro el estupendo estado de conservación del sistema de calefacción de sus habitaciones, el llamado “hipocausto”. Muchas de las habitaciones de esta villa se levantan sobre pilares que permiten la existencia de una estructura por donde circula el aire caliente producido en hornos situados generalmente en el muro exterior de cada habitación. Era también usual que un mismo horno pudiera servir para dos habitaciones. Esto fue el precedente de las denominadas "glorias" castellanas, ancestral sistema de calefacción tradicional en el medio rural de la meseta castellana.

De los tres bloques de que consta, son visitables dos. Una serie de pasarelas recorre la excavación haciendo un círculo. En completa soledad –lo cual era todo un lujo- comenzamos observando frente a nosotros lo que fue la piscina de un baño donde curiosamente aparece una cañería de cobre. Continuamos por nuestra derecha, en el bloque denominado “A” compuesto por trece habitaciones donde se encuentran los mosaicos mejor conservados. Nada más comenzar podemos observar una piscina.



De entre los mosaicos, destaca el denominado de lascuatro estaciones, muy deteriorado en su parte central ya que al parecer los lugareños en su búsqueda de ladrillos hacían un agujero en la zona central, y el de las swasticas por su estupendo estado de conservación.



Las habitaciones de la parte izquierda tienen sus mosaicos destruidos y al ser las que contaban con un sistema de calefacción, los investigadores pensaron que fueron las propias gentes del pueblo y principalmente durante la edad media, las que se llevaron muchos ladrillos para aprovecharlos como materiales de construcción.
Aquí se pueden observar varios sistemas de calefacción subterránea o hipocausto : en unas habitaciones había pilares de ladrillo, en otras, series de arcos de este material y otra reunía ambos sistemas. Esta serie de hipocaustos parecen indicar la posibilidad de que sean unas grandes termas o baños de una gran mansión romana que estaría a pocos metros de distancia y que aún no ha sido descubierta.




Tras mantener una breve conversación con la persona que cuidaba de esta villa y bajo
una lluvia incesante partimos en dirección a la Villa romana de La Olmeda en Pedrosa de la Vega.


Aquí el “montaje” no tiene nada que ver con el de la anterior: un gran aparcamiento exterior ajardinado y una espléndida cubierta que es un edificio en sí de 7.000 m2, da cabida a la excavación así como aseos, tienda, salas de exposiciones y una cafetería. Además, modernos audiovisuales, con planos y reconstrucciones, guían toda nuestra visita.
Una vez dentro, impresiona el tamaño de esta villa cuya vivienda tuvo unos 3.300 m2
de forma cuadrada con jardín central rodeado de galerías a las que se abrían las habitaciones y en la que han reconstruido los arcos de lo que fue en su día la entrada. El recorrido lo realizamos sobre pasarelas elevadas que se van adaptando a la planta preexistente y nos va conduciendo por las distintas estancias.




Todos los mosaicos presentan un estado de conservación magnífico y destacan principalmente, uno geométrico que consta de un octógono central a cuyos lados se adosan cuadrados y entre éstos, rombos alargados, y el mosaico del “oecus” o sala
principal de la vivienda, de 175m2.
Este mosaico tiene varias escenas centrales y está rodeado de una hermosa cenefa de una extraordinaria calidad en el que se superponen coronas de laurel entrelazadas pero cuyo fuerte y variado cromatismo de colores cálidos, con variedad de rojos, amarillos y malvas principalmente, resalta aún más las escenas centrales.



La parte figurativa de este mosaico está compuesta de tres temas distintos: el más próximo a la pasarela es una escena de caza, aunque en realidad son varias escenas distintas, donde varios animales luchan con cazadores a pie o a caballo. Otra representa a un león herido y en otra aparece
uno atacando a antílopes. Pero una de las figuras de mayor calidad es la que representa a un jabalí acosado por perros de un gran realismo, al parecer poco común en los mosaicos hispanos.

En el centro de este gran mosaico aparece un tema mitológico: Ulises, a la derecha de la composición, descubre a Aquiles en elgineceo del palacio de Licomedes en la isla de Skyros, vestido de mujer y las princesas intentan impedir su marcha abrazándose a él.
Las figuras tienen un tamaño superior al natural (Ulises mide cerca de dos metros y medio).
Alrededor de este cuadro de Aquiles y Ulises hay una ancha cenefa que tiene personajes. Originariamente fueron dieciocho, aunque actualmente solo quedan catorce y parece que son personajes reales, posiblemente una galeria familiar de retratos.

Y continuamos nuestra visita sorprendidos por la magnitud y calidad de los mosaicos que cubren pasillos y habitaciones, todos policromados.

Nos sorprenden los baños, en donde se puede observar una pequeña bañera ovalada al fondo y a la izquierda de una gran habitación y más en concreto las letrinas con su sistema de alcantarillado y nos detenemos en una sala donde, aunque el mosaico está muy deteriorado, sí es curioso observar cómo estaban
construidos: el canal o los canales del hipocausto por donde circulaba el aire caliente, encima un ladrillo que cubría esta canalización, después una o dos capas de hormigón para concluir con el mosaico. Muchos bosques tuvieron que quemar para que el calor llegara a calentar una habitación por estos pagos y más aún del tamaño de algunas.


Impresionados por esta auténtica joya, dejamos atrás esta villa, sin haber cesado la lluvia, para dirigirnos a Saldaña en busca de pan, lo que nos permitió disfrutar de sus dos plazas porticadas, típicamente castellanas.
Así, pusimos rumbo al norte, a Besande, ya que en mi búsqueda de alguna senda facil y bonita para pasear había encontrado una por un hayedo que partía de la carretera un kilómetro antes de llegar a esta localidad.


Así, dejamos atrás Velilla del Rio Carrión bajo una persistente lluvia hasta llegar a Besande sin haber encontrado ninguna senda o algo similar. Dimos la vuelta y de regreso, sí nos pareció ver un pequeño “ensanche” en la carretera a nuestra derecha del que posiblemente partiera esta senda, pero la lluvia nos hizo desistir y la hora nos decidió a buscar un sitio para comer, así que nos dirigimos hacia Valcorvero por una estrecha carretera que ascendía por la falda de una montaña que el otoño había empezado a desnudar, hasta llegar a un tunel que curiosamente marcaba el ancho permitido (3m) pero no su altura. Y pudimos comprobar que no cabíamos.

Así que nos quedamos en un pequeño aparcamiento con unas bonitas vistas al embalse de Compuerto disfrutando de los colores que el otoño nos regalaba.

Tras un descanso, comprobamos que la lluvia nos había dado una tregua, pero el frío era muy intenso y lo viento incrementaba esa sensación.. Frente a nosotros, por la carretera que discurre hacia Otero de Guardo vimos un grupo de unas 7 o 9 autocaravanas que deduje que venían de hacer la ruta de los pantanos, así que como
el paseo no era posible, decidimos dirigirnos a Aguilar de Campoo, al Monasterio de Santa Maria la Real cuyo horario se prolongaba hasta las 19,30 por la carretera que discurría haciendo la ruta de los pantanos.

Y fue todo un acierto. Circulamos siempre con el embalse a nuestra derecha y frente
a Otero de Guardo disfrutamos de los impresionantes colores que el otoño dejaba en el Hayedo: rojos, naranjas, dorados, amarillos, verdes…espectacular. Fuimos haciendo esta ruta de los pantanos dejando atrás bellos pueblecitos como Cardaño de Abajo a orillas del embalse y rodeados de suaves cumbres en las que pudimos descubrir las primeras nieves de la temporada, regalo que las nubes habían dejado a su paso.

En Triollo dejamos atrás el embalse y los hermosos paisajes que lo rodean, para acercarnos a nuestro destino. Y poco después de Cervera de Pisuerga el paisaje comenzó a variar y los verdes prados y las suaves cimas fueron sustituidas por uno un poco más árido y aburrido hasta que llegamos a Aguilar de Campoo.



Aparcamos junto a la hospedería y visitamos lo que en su día fue el Monasterio de Santa María la Real y que ahora es un Instituto de Enseñanza Secundaria y Universidad a distancia. Todo un lujo poder dar y recibir clases en un lugar como este y disfrutar de las vistas del claustro desde el aula. Aunque supongo que los chicos no apreciarán esto en toda su magnitud.


Visitamos una pequeña sala que antecede a la iglesia que guarda entre otras cosas, unos bellos capiteles románicos.

La iglesia en sí, restaurada y muy cuidada, y lo más bonito, el claustro inferior con su sala capitular.


En el claustro superior es donde se pueden observar mejor las aulas con unas vistas de lujo al claustro.


Descendiendo la noche nos dirigimos al area de servicio siguiendo las instrucciones que nos daba el navegador. Si bien hay indicaciones, quizás falta alguna un poco antes de llegar, junto al polideportivo, porque siendo ya de noche la encontramos porque vimos unas autocaravanas que estaban ya aparcadas. No había, o no vimos las señalares, y las coordenadas del GPS estaban también incorrectas.

El sitio es muy tranquilo y agradable, junto al río y a un campo de futbol.


Después de una noche lluviosa, nos preparamos para el regreso, que esta vez haríamos por Valladolid, con una parada breve en Carrión de los Condes. De camino a Carrión descubrimos desde la carretera la fachada de la iglesia de Santa Maria en Villalcazar de Sirga del XII con un impresionante repertorio escultórico. Encima de la puerta figuras de angeles y otros personas que por su colocación –en el sentido de las arquivoltas- parece más gótico.


Encima de la puerta hay dos frisos superpuestos.
El inferior tiene escenas de la adoración de los reyes a la izquierda y la anunciación a la derecha. El friso superior un pantocrátor y los apostoles alrededor.
Al estar cerrada no pudimos visitar su interior, que al parecer también merece dedicar un tiempo. Esto nos da un buen motivo para volver a este lugar siguiendo las huellas del románico Palentino.
Dimos la vuelta a la iglesia descubriendo en un lado de la plaza una panadería a donde no dejaba de entrar y salir gente, y allí nos dirigimos. Una vez en su interior nos quedamos “atascados” ante un listado de dulces típicos. Al final nos decidimos por los “almendraditos”, unos deliciosos dulces de hojaldre y almendras que se deshacían en la boca. ¡Lastima no haber cogido más! Porque en menos de 24 horas desaparecieron.


Y llegamos a Carrión de los Condes en donde aparcamos con cierta dificultad. Encontramos cerca la iglesia de Santiago de la que admiramos su portada. El friso superior representa un pantocrator con los símbolos de los apostoles alrededor. Las figuras de estos se situan a izquierda y derecha del patocrátor. Nos llama la atención los pliegues de las túnicas de éstos, de un detalle y delicadeza admirables, dotándolo de gran realismo, algo no muy común en el románico.


En las arquivoltas de la puerta se pueden admirar distintos oficios existentes en la localidad: a la derecha, unos luchadores, una plañidera un músico vihuelista y una danzarina. A la izquierda un alquimista, zapatero, acuñador de monedas y herrero, entre otras, hasta un total de 22.

Seguimos después alguna indicación a otros lugares de interés de la localidad, pero como no era una visita prevista, no teníamos ni planos ni ninguna otra información así que estuvimos un poco perdidos, por lo que decidimos continuar camino y hacer una parada un tanto nostálgica en Fromista, en la iglesia de San Martín donde estuvimos 25 años atrás, aunque entonces no visitamos su interior.


Y ahora me pareció mucho más hermosa que años atrás: sus formas parecen casi perfectas, sus volúmenes, su construcción, su riqueza ornamental….la dotan de una armonía y equilibrio únicos. Todo esto sumado a una restauración que la hace parecer recién construida. El poder circunvalarla admirándola sin ningún obstáculo hace de esta iglesia románica una de las más hermosas que he podido disfrutar.

Su interior tiene tres naves, más alta la central.
Muchos capiteles están totalmente reconstruidos. Destaca el de Adan y Eva en el paraíso con el arbol y la serpiente.

Tengo especial predilección por el románico, y esta iglesia es especial.

Dejamos atrás Fromista para poner rumbo directo a Madrid, a donde llegaríamos un poco antes de la hora de comer.

Mª Angeles del Valle
Boadilla del Monte, noviembre 2010

Regresar al indice general de relatos